En
la antigüedad, bastaba el simple ejercicio de bajar la mirada hasta
los pies de los caminantes para, con tan sólo observar qué calzado
portaban, conocer la clase social a la que pertenecían. Los de las
órdenes más bajas, por ejemplo, usaban comúnmente el calzado
denominado “Borceguí”, mientras que los originarios de los
estratos más elevados podían cubrir sus pies con calzados más
elaborados, como el “Zapato Castellano”. Fue Julián Rodríguez
Navas, quien en el año 1957 rescató este modelo; desde
entonces no ha dejado de elaborarse en el Taller ARTESANÍA DEL
CALZADO, extendiendo su uso tanto por la geografía española
como por la de países como Francia, Inglaterra u Holanda, lugares
donde residen algunos de nuestros clientes. La comodidad del zapato,
su calidad y su óptima promoción, junto con la certeza de que han
sido confeccionados utilizando los mismos materiales y técnicas
artesanales que se usaban en la antigüedad le dan a este producto
la mejor publicidad posible, que no es otra que la satisfacción de
aquellos que lo prueban, lo que constituye al fin y a la postre el
mejor premio para nuestro taller.
Elaboración
A
partir de los patrones se cortan manualmente las piezas de la
ternera semi-engrasada, siempre respetando la parte de la
“Flor”, esto es, “la parte brillante de la piel”.
Seguidamente, un sacabocados extremadamente fino sirve para llevar a
término el segundo paso, que no es otro que el picado a mano de las
piezas de piel. El proceso continúa con la unión de las piezas
mediante dos cosidos paralelos muy finos, el cosido de las tiras de
cuero y la colocación del forro de piel de cabra. A todo este
proceso se le denomina “Guarnecer el corte del Zapato
Castellano”.
Una
vez preparados los cortes unas hormas de “enfranque bajo” serán
usadas para colocar, montadas a ellas, las palmillas y los
contrafuertes –éstos siempre serán de suela de cuero-. Es
entonces cuando entra en escena la técnica del “Empalmillado”,
que consiste en unir el corte del zapato, la plantilla y la vira o
cerco con un cosido de cabo de cáñamo impregnado en pez y cera
virgen utilizando una lesna y dos agujas, curvas las tres. Este
cosido, extremadamente laborioso, entraña una gran dificultad y un
esfuerzo considerable, pero une a la cualidad de ser el cosido más
seguro la de ser único, realizable tan sólo por los grandes
artesanos de este taller, que conserva el conocimiento de esta técnica
del “Empalmillado” transmitido de padres a hijos desde 1830.
Técnica
del punteado
Estando
ya empalmillados los zapatos, de un grupón de suela de 5 mm. se
cortan los pisos del zapato. Se abre alrededor del piso un hendido
de 1 cm. de ancho y 2 mm. de profundidad. Entre la palmilla y el
piso se coloca un aislante de corcho llamado “alma”. Más tarde,
con una lezna recta y dos agujas como herramientas, junto con un
cabo de cáñamo se coserá el piso y el cerco, cerrando finalmente
la hendidura para tapar el cosido.
Los
tacones serán levantados tapa a tapa de suela hasta conseguir una
altura de 2,5 cm. Y serán rodados también por detrás. Tan sólo
queda ya, para completar el proceso de fabricación, lujar y
abrillantar tanto la suela como el tacón, tras lo cual el zapato
puede darse por concluido, quedando listo para su comercialización.
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